Año de la Misericordia
La Palabra de Dios de este
domingo nos pone a pensar en casa del Señor.
La primera lectura nos muestra la hospitalidad de Abrahán; el Evangelio nos
refiere también la hospitalidad, en este caso, ofrecida a Jesús en casa de
Marta y María, en Betania. En ambos casos encontramos que siempre es necesario
y urgente ser acogedores con los demás. Estamos en un mundo que ha ido
perdiendo, a pasos agigantados, la capacidad de acoger a los demás, de ofrecer
solidaridad, de compartir lo que se tiene; los cristianos no podemos hacer que
crezca el espíritu de la insolidaridad; no podemos ser de los que cerramos
nuestras puertas ante las necesidades de los otros.
La hospitalidad va más allá
de ofrecer albergue; es compartir el calor del corazón, es tender la mano para
brindar afecto, es dar la posibilidad que quien llega y pasa por nuestras
vidas, se vaya enriquecido con una sonrisa, con una palabra de aliento, con un
buen consejo, con la dicha de compartir el pan y las preocupaciones.
Pero, el Evangelio nos
presenta también una lección de vida: se trata de trabajar, y trabajar sin
pereza, pero, hay que dar el primer puesto a Dios. Cuando oramos, descubrimos
que el Señor nos llama a servirlo en los demás (la hospitalidad), pero, para
entender que Dios está presente en mi prójimo, tengo que sentirlo presente en
mi corazón. No puede darse una vida de oración sincera si el otro no me
importa; no puedo hacer obras de misericordia auténticas si no entiendo que la
persona que está cerca de mí también es amada por Dios como yo.
Orar y trabajar; trabajar y
orar: he aquí la síntesis de la vida cristiana; es lo que el mundo nos está
pidiendo a los bautizados: orar mucho y servir mucho más.
¡Señor, quiero estar en tu casa y servir a
mis hermanos!
P. Rodrigo Gallego Trujillo
Rector del Seminario Mayor
de Buga