(Lucas
13, 22-30)
No sé quiénes son. Palabras
fuertes de Jesús. Y es posible que también sean para nosotros porque podríamos
hacer la religión algo a nuestro modo y amaño. Las condiciones de la fe las
pone el Señor y así es mejor. Esto es lo que indica “entrar por la puerta
estrecha”; es exigirse, es salir de la mediocridad, es cumplir lo que a Dios le
agrada, es estar atentos al prójimo, es servir con total desinterés, es
procurar el bien para los demás, es ayudar a que la sociedad sea justa y sana;
en pocas palabras, es preocuparse por Dios presente en mis hermanos.
Si la puerta es estrecha
para llegar a la vida eterna, entonces, ¿hay puertas anchas? Ciertamente, y son
muchas. Las puertas espaciosas son aquellas que tienen en el marco invitaciones
al egoísmo, la mentira, la infidelidad, la hipocresía, el robo, las
borracheras, la droga… todo lo que podría ofrecer placeres, dichas pasajeros y
gozos fugaces; nada de esto deja el corazón del hombre satisfecho; más bien, lo
deja vacío y sin luz. Para eso no nacimos nosotros; el ser humano nació para vivir
feliz, para que la Luz del Espíritu Santo inunde todo su ser. Y, ¿esto cómo es
posible? Por el camino de la exigencia espiritual, de la vivencia de las obras
de misericordia y la caridad, por la rectitud en todos los asuntos.
El Evangelio de este
domingo nos llama fuertemente a preocuparnos por la propia vida eterna; es lo
más importante de la vida y, por consiguiente, debería ser lo mejor cuidado, lo
más esperado y lo más exquisitamente preparado.
Esforcémonos para entrar
por la puerta estrecha; exijámonos en todo; preocupémonos por permitir que sea
el Espíritu Santo quien nos inspire todos nuestros actos, pensamientos y
palabras.
P.
Rodrigo Gallego Trujillo
Rector del Seminario Mayor de Buga