(Lucas 17, 5-10)
Muchos se preguntan, ¿cómo
hago para que mi fe crezca? Los medios habituales para que haya un crecimiento
de fe es la oración que se traduce en la celebración frecuente de los
sacramentos, pero, también, en el apostolado, pues “la fe se fortalece
dándola”, según expresión de san Juan Pablo II. La fe no es un don para guardarlo
o conservarlo oculto en la profundidad de la persona misma; no es un tesoro
para ocultarse, sino para que produzca muchos frutos.
Se presenta un problema
actual en el tema de la fe: muchos hablan de fe y muchos quieren “hacer su
agosto” a costa de la fe de personas que sufren o pasan por crisis económicas,
existenciales o de la fe misma; más aún, es grave cuando la intención es sacar
provecho de ello. La fe no es comercio; la fe no es para enriquecerse… la fe es
un regalo de Dios para conocerlo, amarlo y comunicarlo.
Si de verdad la fe nos
funciona, la vida tiene que ser distinta y más amable; la fe nos hace pensar
como Cristo, vivir como Cristo y amar como Cristo.
En la Iglesia tenemos el
ambiente propio para que la fe crezca: la Eucaristía, la Confesión, el
apostolado, la devoción a la Santísima Virgen María, la vida fraterna.
Busquemos que la fe sea “la chispa de la vida”.
P. Rodrigo Gallego
Trujillo
Rector del Seminario Mayor
de Buga