Domingo V de Pascua
(Juan 14, 1-12)
Jesús es el camino, la
verdad y la vida; Él nos muestra al Padre del Cielo. Aquí hay dos grandes
certezas para nuestra vida espiritual y para el crecimiento de nuestra fe: que
no debemos angustiarnos por un inventar un camino para recorrer la vida; y que,
conociendo a Cristo conocemos y nos acercamos a nuestro Padre Santo. Y eso es
verdad; el que ama a Jesús recorre el camino que lo lleva al Padre y esto nos
debe llenar de júbilo, pues estamos conociendo el corazón mismo de la Santísima
Trinidad.
Además, Jesús nos plantea a
un realidad de nuestra fe: creer en Él nos permitirá hacer obras grandes,
incluso mayores; esto indica que la fuerza de la fe es un don que viene de Dios
y se manifiesta en la vida de cada persona, a favor de toda la Iglesia , más
aún, de toda la humanidad. ¿Cuáles obras? Las obras de Dios: justicia, caridad,
bondad, donación de la vida, compartir sin esperar recompensa, oración sin
límite por el bien de todos.
El Evangelio empieza
invitándonos a no dejar que nuestro corazón se turbe; en otras palabras, es un
llamado claro a vivir en la serenidad del Señor que siempre nos da ejemplo de
calma, sencillez y paz. Sólo vive perturbado aquel que no ha dejado el
principal espacio de su vida para el Buen Dios.
Que este tiempo de Pascua
que estamos viviendo nos llene de profunda serenidad y nos haga vivir la paz
que nos trae el Espíritu Santo para nuestra vida interior que se ha de reflejar
en nuestra relación con todos.
P.
Rodrigo
Gallego Trujillo
Rector
del Seminario Mayor “Los Doce Apóstoles” de Buga