(Mateo 10, 26-33)
Para quien cree en el poder
de Dios no puede haber miedo, pues éste es signo de la ausencia de Dios en el
corazón. Sólo tiene y siente miedo aquél que ha dejado perder su corazón en
medio de los enredos del pecado; aquel que ha olvidado que el amor de Dios
supera todo; aquel que piensa sólo en sí mismo y no sale de su interior para
buscar a Dios presente, también, en el prójimo.
Una de las tácticas del enemigo es sembrar miedo en el corazón
de la persona y esto hace que se empiece a vivir bajo sospecha, con
incertidumbre, incluso, en medio de mentiras que se mezclan unas con otras.
Para quien de verdad ama al Señor esto no puede tener cabida.
Cómo hacer, entonces, si
hay miedo, para liberarse de éste. Sólo es posible buscando al Señor, quien es
la Verdad Eterna. Escuchar su Palabra, dejarse guiar por sus mandatos, romper
definitivamente con el pecado y sus consecuencias. Pero, es urgente pensar que
el corazón del hombre siempre está inclinado a buscar aquello que no agrada a
Dios; “hacer el mal que no quiere” y con facilidad esto se puede dar en la vida
de cada uno de nosotros. Es decir, no nos podemos confiar en nuestras fuerzas,
porque el mal ronda. Sólo se puede estar seguro en la medida en que nosotros vivamos
de la mano del Señor, confesados, viviendo la Eucaristía con amor preferencial
y frecuencia.
Una persona con miedo
afecta a otros y éstos, a su vez, van impregnando la sociedad de este fantasma
que nos ha llevado a situaciones muy oscuras de violencia, mentira, trampa,
engaño, muerte.
Debemos estar siempre del
lado del Señor.
P.
Rodrigo
Gallego Trujillo
Rector
del Seminario Mayor “Los Doce Apóstoles” de Buga