(Mateo 10, 37-42)
De valor fundamental es
esta página del Evangelio cuando nos invita a ser generosos. Es un paso gigante
el que damos cuando nos damos cuenta que sólo somos administradores de los
bienes que el Señor ha creado para todos.
Tengamos en cuenta que
vivimos en una sociedad que ha encumbrado la ambición y le ha dado un puesto de
honor al egoísmo. Allí no cabe un buen cristiano. Sólo es posible ser generoso
cuando se entiende que el prójimo necesita de mí y que yo, a mi vez, necesito
del otro en muchos momentos de la vida.
El egoísmo forma corazones
fríos y sin misericordia; la ambición lleva al hombre a hacer todo lo que esté
a su alcance, con tal que obtenga todo aquello que su corazón apegado desea.
Esto es signo claro de muerte espiritual. No puede traer esto nada de felicidad
a la vida de una persona.
Nosotros estamos llamados a
vivir de otro modo y a buscar otros horizontes. Lo primero es pensar con
frecuencia que estamos de paso por este mundo y sencillamente nuestro corazón
debe estar anclado en las cosas del cielo. Lo segundo es que debemos
desarrollar la capacidad para compartir, para ser generosos, para dar de lo que
tenemos y aún de lo que nos falta, no sólo cosas, sino también la vida, los
dones, las cualidades, todo aquello que el Señor nos ha entregado para el bien
de los demás.
Cuando hay fe, se descubre
y experimenta que la generosidad trae abundancia.
P.
Rodrigo
Gallego Trujillo
Rector
del Seminario Mayor “Los Doce Apóstoles” de Buga