Los sanó a
todos
(Marcos 1, 29-39)
Nos encontramos
nuevamente con el Señor que se acerca con su eterna misericordia a quienes
sufren y padecen muchos males.
Jesús se acerca
a todo hombres que sufre y ello, porque es eterna su misericordia y quiere que
todos nos salvemos y lleguemos al conocimiento de la verdad.
Nos alegra
mucho ver cómo la presencia de Jesús sana, alegra, limpia la vida de todo dolor
y maldad producidos por el poder del pecado.
Jesús está
cerca de nosotros y quiere que su Vida sea nuestro camino para llegar al Padre
celestial. Ese camino requiere de nuestra parte, vida de oración, intimidad
espiritual con el Señor. Así nos lo describe el Evangelio de este domingo,
cuando nos narra que Jesús se fue a un lugar, al descampado, para orar y estar
en íntima comunión con el Padre Santo del Cielo. Ese camino de oración nos
corresponde hacerlo a todos… sin excepción, a todos.
Orar implica la
vida entera. No podemos decir que somos amigos de Dios si no somos personas
orantes; no podemos entender qué nos dice el Señor, si no somos orantes. Debemos
buscar siempre espacios y momentos para estar con el Señor, para disfrutar del
silencio, para entrar en la intimidad de nuestra propia vida; momentos en los
cuales nos sintamos en soledad con Dios, en medio de tantos afanes y carreras
que nos ha impuesto este mundo.
Jesús nos da
ejemplo de oración; Él vivía en absoluta paz y serenidad; su ejemplo nos debe
mover a orar: hacer silencio interior y exterior, preocuparnos más por las
cosas del Señor.
¡El Señor sana los corazones destrozados!
P. Rodrigo Gallego Trujillo
Rector del Seminario Mayor “Los Doce
Apóstoles” de Buga