La casa de Dios
no puede ser un mercado
Reflexión Dominical – Tercer domingo de Cuaresma
(Juan
2, 13-25)
El templo de
Jerusalén es signo, para el pueblo judío, de la presencia de Dios entre ellos;
era un lugar santo y merecía todo el respeto y la consideración de los
creyentes. La actitud de Jesús se puede entender desde la búsqueda del amor a
Dios y el respeto a la relación preferencial que por Él se debe tener.
Al final del
Evangelio se dice que Jesús conocía lo que hay dentro de cada hombre; si el
templo debe ser un lugar donde se percibe la presencia de Dios de modo
admirable y gozoso, el corazón del hombre debe ser un santuario donde,
habitando el Espíritu Santo por el Bautismo, se respeta esa presencia con una
vida sana y santa. No podemos volver el interior de nuestra vida ―la conciencia―
como un mercado donde hace feria con todo y por todo.
La vida espiritual
se debe cuidar, ¡y mucho! No puede haber vida interior si no hay oración, si no
celebramos con asiduidad los sacramentos; la vida espiritual debe ser el motor
de nuestra existencia. Si le “prendemos velas a Dios y al diablo”, estamos
haciendo de nuestra conciencia un mercado donde hay de todo y no queda nada… un
espacio donde todos opinan, hablan, dan directrices, pero, al final… no queda
sino el desorden, el vacío, la suciedad y la mentira que engendra tristeza y
muerte.
Que nuestra
vida espiritual sea respetada, cuidada y alimentada por medio de una vida de
oración frecuente y profunda. No volvamos nuestra conciencia un mercado de
cosas que nos enfría.
¡Señor, Tú
tienes palabras de vida eterna!
P. Rodrigo Gallego Trujillo
Rector del Seminario Mayor “Los Doce
Apóstoles” de Buga