Juan, el precursor del Señor
(Lucas
1, 57-66.80)
Es muy valiosa
la figura de san Juan Bautista; de él recibimos un ejemplo muy claro de cómo
ser discípulo de Cristo Jesús. Él mismo nos da la indicación: “Es necesario que
Él crezca y yo disminuya” (Juan 3, 30). Esto equivale a decir que siempre es
urgente que el Señor crezca en el interior de mi vida, de corazón y de mi
conciencia; y de otro lado, es siempre actual permitir que nuestro apostolado
sea atracción para que muchos puedan acercarse al Señor.
Cuando hacemos
un servicio pastoral, lo más original para darnos cuenta si hemos anunciado al
Señor o nos hemos anunciado a nosotros mismos, es la capacidad que tienen las
personas de seguir amando a Cristo y que el misionero se pueda marchar
libremente… Se queda el Señor Dios.
Juan Bautista
tuvo una tarea muy concreta: anunciar la presencia de Cristo entre los hombres,
dar fe que Él es Mesías esperado, el Hijo de Dios, el enviado por el Padre, el
esperado por todos los profetas. Y nos fijamos cómo Dios lo preparó para esta
misión que lo hace grande entre los nacidos de mujer. La mano del Señor siempre
estaba con Él, por eso su vida se convirtió en un excelente testimonio para
todos y una llamada insistente a la conversión; nunca fue infiel, jamás mintió,
siempre dijo la verdad y por ello fue llevado al martirio.
Como Juan el
Bautista, así debe ser nuestra vida, nuestra misión, nuestra palabra: todo en
función del Señor y nada en función de la falsedad. Así seremos personas
creíbles en todo sentido, personas de verdad, personas de santidad y bondad.
¡Te doy gracias
Señor, porque me has escogido!
P. Rodrigo Gallego Trujillo
Rector del Seminario Mayor “Los Doce
Apóstoles” de Buga