¿Fe interesada?
(Juan 6, 24-35)
Cuántas veces nos acercamos al Señor con el
interés de pedirle muchas cosas o, aquello que más necesitamos y, cuando nos lo
concede, quizás, ni nos acordamos de dar gracias. Esto no puede estar presente
en la vida de un cristiano, pues, lo primero que debe caracterizar la oración
de un discípulo es suplicar la presencia del Espíritu Santo; se debe pedir
siempre el Espíritu porque es Él quien da forma a la vida.
Hemos escuchado el Evangelio de san Juan en su
capítulo 6; es un texto hermoso que nos explica la profundidad de la Eucaristía;
nos muestra cómo el Señor es siempre generoso y amplio para darnos su vida;
jamás es “tacaño”, ni mezquino. La bondad de Dios ha hecho que se acerque a
cada uno, entrañable e íntimamente. La Eucaristía es la mejor expresión del
amor de Dios que quiere estar y quedarse con nosotros.
Jesús nos pide que le creamos; que creamos a su
obra, a su Palabra, a su presencia en nosotros. Debemos ser muy inteligentes y
recibir la Palabra de Cristo, pues, Él, como enseña Benedicto XVI, “lo da todo
y no quita nada”.
Jesús es el Pan de la Vida que sacia el hambre
del hombre; no se trata del hambre física, únicamente, hay hambres más graves:
de verdad, de sinceridad, de lealtad, de honestidad, de fidelidad, de comunión,
de unidad… hambre de Dios mismo. Tener mucho dinero sin compartirlo, acumular
muchas riquezas por ambición, ostentar el poder para dominar a otros, son
maneras de tener hambre o “ser hambrientos”… Quien a Dios tiene en su corazón,
Él tiene poder para cambiar la vida, darle sentido pleno y producir “muchas
ganas para vivir”.
¡El Señor nos da el Pan del Cielo!
P. Rodrigo Gallego Trujillo
Rector del Seminario Mayor “Los Doce Apóstoles”
de Buga