Lo que sale del corazón… ¡eso si daña al
hombre!
(Marcos 7, 1-8.14-15.21-23)
Es muy fuerte Jesús al advertirnos que honramos
a Dios con los labios, pero nuestro corazón está lejos de Él. Si las cosas son
así en nuestra vida, pues debemos hacer un examen de conciencia muy serio y
darnos cuenta que la religión no es cumplimiento de normas, únicamente; la
práctica auténtica de la fe cristiana debe ser marcada por la oración, el
respeto a la ley de Dios, pero, también, el respeto al prójimo y el servicio a
éste; si decimos que amamos a Dios y no nos preocupamos por servirlo de verdad
presente en los demás, “somos fariseos”, es decir, falsos e hipócritas que
“hacemos cosas religiosas” pero nuestro corazón no está lleno de Dios.
Es hasta fácil “practicar la religión sin
prójimo”… pero, cuán exigente es vivir la fe en Cristo Jesús, viviendo en
comunión con los demás; allí es “duro ser cristiano”, pues se debe aprender a
amar, a perdonar, a “matar el odio” a compartir, a servir sin esperar que
siempre “me den un billete en pago”.
Un buen discípulo de Señor debe “mirar para
dentro de sí mismo” y preguntarse qué tanto “daño” sale de su corazón para los
demás o, por el contrario, que tanto bien engendra en su corazón para
compartirlo con los demás.
Los cristianos “no nos podemos dar el lujo” de
vivir “como fariseos”, haciendo prácticas religiosas para dejar tranquila la
conciencia, pero, quizás, viviendo en la mentira, en las borracheras, en las infidelidades,
en el robo, en la trampa, en la pornografía, en la brujería… eso sí que daña el
corazón del hombre y cuánto daño hace a los demás. Si tales cosas hacemos,
sencillamente “no somos discípulos del Señor, el buen Dios”.
¡Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda?!
P. Rodrigo Gallego Trujillo
Rector del Seminario Mayor “Los Doce Apóstoles”
de Buga