“¡Fidelidad hasta el final!”
(Marcos 10, 2-16)
El Evangelio no admite términos medios o
flojeras, y esto se opone totalmente lo que el mundo nos está ofreciendo con
incisiva insistencia: ser infieles sin importar cómo, pero “no dejándose
contagiar”; ese no es el camino del cristiano, del discípulo del Señor.
Jesús es muy preciso para decirnos que la
fidelidad nos mueve a ser siempre discípulos de la Verdad; es inconcebible que
una persona que dice tener fe, se permita la infidelidad, la mentira, la
doblez… nada de eso es posible. Y Jesús nos pone el ejemplo en un niño: el niño
es simple, transparente, capaz de sentirse siempre confiado en brazos de sus
padres, no tiene espacio en su corazón para la malicia o el rencor… qué bueno
tener siempre un corazón libre de todo aquello que lo aparta de Dios el Señor.
La fidelidad brota de una profunda relación con
el Señor que se alimenta en la oración de cada día. La fidelidad hace que el
corazón esté siempre ligero de equipaje, es decir, con una presencia soberana
de Dios que conduce siempre a obrar el bien.
Fuimos creados por el Señor para ser siempre
felices, para vivir siempre en comunión con Él; nacimos para ser fieles a quien
nos creó; no nos permitamos nunca jamás vivir de mentiras; la infidelidad mata
la alegría de los corazones; quien ayuda a otros a ser infiel, no es feliz,
quien ayuda a que un hogar se destruya por la infidelidad, no puede vivir la
alegría de la paz de la conciencia.
¡Que el Señor nos bendiga todos los días de
nuestra vida!
P. Rodrigo Gallego Trujillo
Rector del Seminario Mayor “Los Doce Apóstoles”
de Buga