“Todo pasa, sólo Dios permanece”
(Marcos 13, 24-32)
Estamos llegando al final del Año Litúrgico que
es la manera pedagógica que tiene la Iglesia de ayudarnos a hacer el camino de
seguimiento del Señor y aprender de su vida para vivirla. El final del año
litúrgico está marcado por las lecturas con estilo apocalíptico que tienen como
finalidad alimentar nuestra esperanza y hacernos ver que al final de todo, el
único que permanece es el Señor Dios…el único.
Hoy el Evangelio nos muestra claramente cómo
todo aquello que parece ser muy poderoso en el mundo, en la historia y entre
los hombres, también tiene su final: el poder, el dinero, el placer, el dominio
sobre los demás, la ostentación, la fama, la vanidad… todo pasa… absolutamente
todo pasa… volemos a decir: ¡sólo permanece el Señor!
Jesús nos da una clave de vida muy bella: la
madurez; ser maduro implica vivir cada etapa de la vida a profundidad y con
seriedad… es vivir siempre en la alegría del presente sin estar removiendo
tristezas y fracasos del pasado, sino, proyectándose con ilusión y esperanza
hacia el futuro, que está en manos del Señor. Es un signo muy claro de fe el ser
agradecido y esto indica que hay madurez en el corazón, pues, el agradecido siempre
reconoce que los bienes que tiene y el bien que puede hacer, son obra
misericordiosa del Señor. Quien es desagradecido o cree que los demás tienen
obligación de rendirle pleitesía o servirle, es un inmaduro y no ha entendido
aún que el Señor es la fuerza vital de todos sus días.
No seamos sordos a la voz del Señor: Él nos
llama con insistencia para servirle y para estar preparados ante la llamada a
la vida eterna… no sabemos ni el día ni la hora, por lo tanto, estemos siempre
listos, siempre preparados.
¡Protégeme, Dios mío, que me refugio en tí!
P. Rodrigo Gallego Trujillo
Rector del Seminario Mayor “Los Doce Apóstoles”
de Buga