31 de marzo de 2019, quinto domingo de cuaresma ―
(Juan 8, 1-11)
La mujer pecadora del Evangelio es una muestra
evidente del Señor que no quiere que nosotros nos condenemos, sino que tengamos
vida y vida en abundancia; nunca nos sintamos marginados del perdón de Dios;
nunca nos creamos “tan malos” que Dios no tenga nada que hacer en nuestras
vidas… Él lo puede todo y restaura lo que parece que estuviera totalmente
perdido.
Ninguno apedreó a la mujer; Jesús mucho menos
la condenó, pero le dio una palabra que la movió a un cambio total que le
permitió, seguramente, sentirse impulsada a abrir nuevos espacios que fueron el
principio de explotación de cualidades, talentos y virtudes. Nunca, nunca,
nunca el pecado trae felicidad… siempre reporta tristeza y amargura.
¡Señor, Tú cambias nuestro llanto en alegría!
P. Rodrigo Gallego Trujillo
Párroco de la Catedral San Pedro de Buga