(Lucas
16, 19 - 31)
La Palabra de este domingo nos mueve a pensar
muy seriamente qué lugar le estamos dando a las obras de misericordia en
nuestra vida; qué espacio estamos dando a caridad concreta con quien sufre…
Estamos en una sociedad llena de muchas necesidades y de grandes urgencias de
caridad fraterna.
Pero, también, cuánto ha crecido el espíritu de
consumo y derroche, el espíritu de la comodidad sin límites que nos lleva a
gastar en lo que no es necesario, a acumular lo que sirve a otros, a pensar en
el bienestar propio y egoísta…
Eso es lo que nos denuncia y reprocha el
Evangelio de este domingo; tal vez nos hemos olvidado de nuestros vecinos
necesitados y de tantos que nos reclaman atención, una voz de aliento, un
amable saludo, una palabra de apoyo, un abrazo de cercanía espiritual y el
generoso compartir de los bienes que tenemos… no podemos ser buenos discípulos
del Señor si somos indiferentes ante el sufrimiento de los demás. Recordemos
que muchas, muchas veces, el más necesitado está en la propia casa, en la propia
familia enseguida de nuestro hogar… allí está el espacio para hacer la caridad
concreta y precisa en nombre de Cristo Jesús.
No esperemos que lleguen grandes situaciones
para reconocer al pobre que sufre; el presente es la posibilidad que el buen Dios
nos da para disfrutar de la salvación. Cuántas veces decimos: “después” o “ahí
vamos viendo”… eso no es lo propio de personas que fe que confían en la
Providencia infalible y grandiosa del Señor; lo propio de un buen creyente es
ser fiel, generoso y misericordioso.
No nos olvidemos del Señor que está en el
pobre, en el que sufre, en el que tiene hambre, en el que reclama que lo
tratemos como prójimo.
¡Dichoso el que pone toda su confianza en el
Señor!
P. Rodrigo Gallego Trujillo
Párroco de la Catedral de Buga