(Lucas 18, 1-8)
Orar siempre, sin cansarse, sería la síntesis
de la Palabra de este domingo. Y, cuán importante es recordar la necesidad
apremiante de la oración. No se puede entender la vida de fe sin la oración,
seria pretender vivir sin aire, sin alimento.
Cuando nos tomamos en serio la vida de oración,
entonces vamos sintiendo la necesidad de conocer a Dios, amarlo, seguirlo y
darlo a conocer; la oración es como el ambiente propio donde el corazón creyente
crece y se fortalece hasta llegar a la madurez espiritual.
Pero, es apremiante pensar que en el camino de
la oración se presentan obstáculos, luchas, momentos de crisis y de aridez,
pero todo esto nos implica de nuestra parte una respuesta humilde, sincera y,
ante todo, perseverante, pues en la constancia se prueba la capacidad de lucha,
pues, ciertamente, como nos enseña san Pablo, es un combate espiritual que
requiere vivir siempre listos y dotados de las armas del Espíritu.
Es bueno hacer un examen de conciencia con la
Palabra de este domingo y preguntarnos por la calidad de nuestra oración, la
profundidad de ésta, el tiempo que le dedicamos y la perseverancia que
observamos, particularmente, cuando hay luchas y sequedad espiritual.
No nos cansemos de orar; Dios nunca desoye
nuestra plegaria, jamás nos desatiende, siempre está atento y nos da aquello
que nos conviene para nuestra salvación, según su tiempo y su Santa Voluntad;
nunca pensemos que el Señor “no nos escucha”… siempre lo hace, pero su tiempo
no es el nuestro… Él es el Eterno Viviente y es el Padre amoroso que espera de
nosotros una respuesta amable, leal y confiada.
¡Nuestro auxilio es el Nombre del Señor!
P. Rodrigo Gallego Trujillo
Párroco de la Catedral de Buga