(Lucas 18, 9-14)
Es posible que nos contentemos con orar
simplemente para decirle a nuestra conciencia que ya cumplimos; eso no basta,
pues, la vida de fe tiene que llevarnos a vivir lo orado y hacer oración
aquello que se vive cada día. Dicho de otro modo, la actitud del fariseo del
Evangelio de este domingo nos advierte que podemos caer en la trampa de vivir
una religión de cumplimiento de deberes religiosos lejos de la misericordia, es
decir, una religión de apariencias.
Por el contrario, el pecador que se queda a
distancia en el templo, nos muestra la actitud propia de aquel que se reconoce
siempre necesitado de la misericordia de Dios, se experimenta pecador, pobre y
limitado; la arrogancia nos hace prepotentes y autosuficientes, la humildad, a
su vez, nos hace experimentar que siempre seremos criaturas, hijos de Dios y
que Dios siempre será Dios y será el Padre de nuestra vida.
No descuidemos la oración; no olvidemos que
debemos pedir perdón con frecuencia; no caigamos en la trampa de sentirnos
“mejorcitos” que los demás, pues esa actitud nos cierra las puertas de la fe y
nos priva de disfrutar de las cosas de Dios que, abundantemente, llegan a
nuestra vida, día a día.
Orar siempre y sin desfallecer, pero hacer de
la oración un encuentro de amor con el Señor y un momento para pensar en los
hermanos.
¡El afligido invoca al Señor y Él lo escucha!
P. Rodrigo Gallego Trujillo
Párroco de la Catedral de Buga