Para el 2020, año que comienza, casi todos nos
convertimos en presos de las promesas que probablemente no
cumpliremos. A casi todos nos invade el síndrome de prometernos lugares comunes
difíciles de cumplir: la más común de las promesas, es fijarnos la meta de
bajar de peso asistir rigurosamente al Gimnasio, y velar por nuestra salud. Nos
Prometemos hacer del deporte una religión. Prometer dejar la bebida es muy
común, juramos y decimos exultantes: “no
vuelvo a beber” esto lo dijo borracho y lo sostengo en el guayabo, a los 20
días el personaje se encuentra en las mismas: bebiendo de nuevo. Igual sucede
con la promesa de dejar el cigarrillo, sin importar la espada de Damocles que
pende sobre el fumador: el enfisema pulmonar. En mi caso, deje la bebida hace
15 años y ¡¡no he vuelto a beber!! Llegue a la lúcida conclusión, que la bebida
no trae nada bueno y no conduce absolutamente a nada, aparte de dejar ruina
económica y enfermedades aunque hay que reconocer que una bebida socialmente
controlada, no afecta.
Todos nos prometemos aprender a escuchar y no
casar peleas estériles con nadie, ser el mejor marido del mundo y muy pronto
darse cuenta, que para que todo funcione bien dentro de la relación
matrimonial, lo mejor es decirle si, a todo. Cambiar los malos hábitos
alimenticios, por comida sana y saludable es otro de nuestros deseos de año
nuevo, las dietas draconianas por ejecutar, son producto del arrepentimiento de
los deslices gastronómicos cometidos en el mes de diciembre, cuidar de la salud
e ir rigurosamente al médico, eso nos decimos; Promesas…solo promesas.
Son las buenas intenciones, que tenemos para el
año nuevo, que se escuchan habitualmente y uno mismo se las hace y uno mismo se
las cree. ¿Se cumplen? Generalmente no, puesto que son incumplibles y exigen
mucha disciplina y rigurosidad en el actuar. Pero este año si voy hacerme una
promesa que creó la cumpliré sagradamente: moderaré mi intervención en redes
sociales, puesto que enferman el alma.
Este escenario, lo he comprobado: no aporta
absolutamente nada. En ellas hay una supuesta democratización de las opiniones,
pero contrario a esto se actúa como tribus que comparten una misma opinión,
para flagelar el pensamiento contrario e insultar. Es un ejército de personas
alienadas, haciéndole juego a unas ambiciones que en nada tienen que ver con
uno: ni en su enriquecimiento intelectual ni espiritual, es solo un juego de
vanidades y una exhibición grotesca de egos desmedidos, de lo cual yo no me he
escapado. Son la publicación de fotos de eventos en los cuales uno no ha
participado, ni le interesan, pareciera que para muchos –y me incluyo- es más
importante la publicación de los registros fotográficos de nuestros eventos que
el evento mismo, pensamos que si no los publicamos simplemente no existimos,
esto se ha tornado en algo enfermizo y de cuidado.
La red social Twitter, es la publicación de 280
caracteres que contienen, rápidas manifestaciones inoculadas por el cálculo
político y los intereses personales. Hay que reconocer que se publican temas
interesantes, pero la vanidad de que le Retwitteen, domina el espectro. El Blog
es otra cosa, simplemente las usare para publicar lo que escribo.
Las promesas van y vienen. Promete el obrero,
el estudiante, el profesional, el oficinista, el ama de casa y el político.
Todos prometemos por igual, lo difícil será cumplir con lo prometido.
Germán Peña Córdoba
Arquitecto- Univalle