Primer domingo de Cuaresma
(Mateo 4, 1-11)

Jesús fue tentado; esa es una realidad que Él
vivió en su realidad humana, como la experimentamos nosotros, la tentación
acecha siempre en el camino de nuestra vida... eso lo sabemos. La cuestión
fundamental es darnos cuenta que la tentación se puede convertir en una ocasión
para darnos cuenta de la capacidad que tenemos para combatir en la lucha contra
el mal o, sencillamente, que tan frágiles somos para dejarnos seducir por el
poder del pecado que empieza a perfilarse como tentación atractiva.
Es fundamental para no caer en la tentación,
hacer oración permanente y, exactamente ora quien tiene fe en Cristo Jesús, en
el Padre Misericordioso y en el poder del Espíritu Santo; sólo quien ora va
conociendo lo que Dios quiere de él; sólo quien ora fervientemente aprende a
discernir y a darse cuenta de lo que inspira el Espíritu Santo o lo que quiere
“inspirarnos” el poder del mal.
Tentación de poder, de placer, de tener, de
dominar…, lujuria, ira, soberbia, envidia, avaricia, pereza y gula… son los
pecados capitales que engendran otros pecados y nos van desarreglando la vida y
nuestra relación con el Señor y los hermanos. En esto debemos ser cuidadosos al
máximo, pues tantas veces el mal se disfraza de luz y de bien y nos hace
desviar el camino.
Tengamos muy presente que esta Cuaresma es una
nueva oportunidad para acercarnos más al Señor. No lo olvidemos: el tiempo pasa
y no regresa; es como la flecha lanzada que no regresa.
¡Está conmigo, ¡Señor, en la tribulación!
P. Rodrigo Gallego Trujillo
Párroco de la Catedral San Pedro de Buga