“Séptimo Domingo del Tiempo Ordinario”
(Mateo 5, 38-48)

En este domingo Jesús nos presenta una meta muy
alta en la vida cristiana: el amor a los enemigos; no es fácil cuando nos
dejamos mover por el espíritu del mundo que siempre nos impulsa a vengarnos y a
usar la violencia como respuesta ante cualquier dificultad.
Es muy clara la posición de Jesús: si no amamos
a los enemigos no hacemos nada de extraordinario… el odio es lo propio de
quienes no tiene a Dios en su corazón; la venganza es el arma de los
intolerantes.
Si descubrimos que Dios es Padre de todos,
entonces comprendemos que en nuestro corazón hay una vocación para vivir la
fraternidad sincera y el servicio gustoso a todos. Nunca nos dejemos vencer por
el mal; nunca permitamos que en el corazón haya fermentos de odio, rencor,
venganza y maldad… eso es lo típico de quien nunca piensa en el prójimo.
Ciertamente que, para perdonar al enemigo, orar
por quien nos hace daño, servir al que nos persigue, se necesita un corazón
magnánimo y lleno del Espíritu Santo… no hay otra manera, pues, cuando se trata
de hacer virtudes superiores –como el perdón a los enemigos- se necesita la
fuerza santa y sobrenatural del Espíritu Divino. Eso es posible, pero se
necesita de la ayuda permanente de la Gracia de Dios, el auxilio de los
sacramentos, la escucha permanente de la Palabra de Dios y el amor al prójimo.
¡El Señor es compasivo y
misericordioso!
P. Rodrigo Gallego Trujillo
Párroco de la Catedral san Pedro de Buga