“Quinto Domingo del Tiempo Ordinario”
(Mateo 5, 13-16)
“Sal y
luz del mundo”. Son dos palabras que nos dice el Señor para recordarnos,
siempre, la seriedad de ser cristianos y discípulos suyos en este mundo. La sal
sirve para dar gusto, pero también sirve para conservar, de tal modo, que
podemos decir que un buen cristiano está llamado a “ser el gusto de Dios entre
los hermanos” y “a conservar las virtudes, el bien, la alegría, la santidad”,
inmerso de la realidad del mundo que busca apagar la luz de fe, aplastar el
amor y asesinar la esperanza.
Ser luz implica que estamos llamados a dar un
testimonio, claro y sereno de la Verdad de Dios que habita en lo profundo del
corazón de los creyentes. La luz deficiente puede afectar la visión; el
antitestimonio de los cristianos aleja a muchos de la Verdad y cuando se apaga
esta luz, el corazón de la persona empieza a buscar compensaciones que sólo le
generan vacío interior, tristeza, desasosiego y un inmenso sinsentido de las
cosas.
Vale la pena pensar quiénes, durante nuestra
vida han sido luz, testimonio, nos han mostrado “el gusto de Dios”, pero, también, hemos de pensar en aquellos que
no han cumplido bien esta tarea; por los primeros debemos orar con eterna
gratitud, por los segundos, orar para que el Espíritu de Dios toque sus vidas.
Pero, también, estamos llamados a pensar qué tanto hemos sido nosotros alegre
testimonio para otros o, por el contrario, hemos apagado luces o desperdiciado
el sabor y gusto de la sal.
Tomémonos en serio esta realidad; no en vano
Dios nos ha llamado a la vida, a la fe cristiana y a la vida eterna.
¡El justo brilla en las
tinieblas como una luz!
P. Rodrigo Gallego Trujillo
Párroco de la Catedral san Pedro de Buga