Unidos, por la fuerza de la oración, en estos
días de “desierto”
(Lucas 18, 9-14)
Que la fuerza de la oración aleje de nosotros
el fantasma de la angustia y la desesperación; que la fuerza de la oración nos
mueva a pensar en los que están más cerca de nosotros y sufren; que la fuerza
de la oración nos mantenga a todos unidos en la confianza total en el poder
infinito de Dios; que los apasionamientos y las publicaciones irresponsables no
nos descentren de lo fundamental y objetivo. Es un momento privilegiado para
descubrir cuán profunda es nuestra fe, cuán grande nuestra solidaridad y cuán
seria nuestra responsabilidad. No es tiempo para descalificar, criticar, lanzar
insultos o improperios… es tiempo de “madurar”.
Procuremos seguir estas sencillas reflexiones,
diarias, para alimentarnos espiritualmente y sentirnos realmente muy cerca, muy
cerca, los unos de los otros. Es tiempo para “ir al desierto” y comprender que “no sólo de pan vive el hombre”, que debemos ser realmente
fraternos; serán días fuertes para “re-pensar” qué tanto pensamos en el prójimo
necesitado que está cerca, muy cerca de nosotros.
Es tiempo para darnos cuenta que debemos
tomarnos en serio la responsabilidad de ser los protagonistas de una vida que
profundiza raíces en lo fundamental y comprender que, seguramente, nos hemos
olvidado de Dios o, sencillamente, le hemos dicho que “se quede allí afuera
donde no nos incomode”, pues “queremos
hacer vida sin Él”. No olvidemos que lo fundamental es invisible… lo demás…
pasa. De allí, que nos recuerde la Escritura: “mantente en pie delante del Invisible como si lo vieras” (Cf. Hb
11,27).
Hoy el Evangelio nos presenta una parábola
breve: suben a orar al templo un fariseo y un publicano; dos seres humanos, el
primero aparentemente justo, el segundo un pecador para los demás; el primero
tiene máscaras, el segundo se descubre delante de Dios como es: necesitado de
misericordia. La verdad siempre triunfa sobre la mentira. La coherencia nos
libra de vivir la esclavitud mortal de la falsedad.
María Santísima nos proteja; san José interceda
por todos. Bendiciones,
¡El Señor es compasivo y misericordioso!
P. Rodrigo Gallego Trujillo
Párroco de la Catedral san Pedro de Buga