…en estos días de “Desierto”
(Juan 4, 43-54)
Admira cómo la Palabra de Dios proclamada en la
Liturgia de la Iglesia, durante estos días, nos subraya fuertemente el valor
trascendental de la oración, como el poder de Dios en nuestras manos, en
nuestros labios, en nuestro corazón. Qué bueno pensar que NO NOS PODEMOS CANSAR DE REZAR,
ni ahora, ni nunca, pues, en la tribulación clamamos al Cielo, pero en el gozo,
elevamos acción de gracias al buen Dios, de quien todo procede.
Si el funcionario real de quien habla el
Evangelio de hoy, creyó en la Palabra de Jesús y se cumplió lo que su corazón
anhelaba, ¡cómo no creerle al Señor en estos tiempos de dura prueba y esperar,
firmemente que Él nos escuchará! Pero, recordemos que Dios debe ser el primero
en todo, preferido sobre todas las cosas y amado con toda la fuerza de nuestra
vida. No seamos mezquinos con el Señor rogándole en estos días y, quizás,
olvidándolo después; agradezcámosle porque siempre está ahí, siempre camina con
nosotros; es hora de volverlo a invitar a “nuestra casa” para que sea el DULCE
HUÉSPED QUE ALEGRA ETERNAMENTE LA VIDA Y NUESTRA FAMILIA HUMANA. (Leer Apocalipsis
3,20).
“Había un
funcionario real que tenía un hijo enfermo en Cafarnaúm. Oyendo que Jesús había
llegado de Judea a Galilea, fue a verlo, y le pedía que bajase a curar a su
hijo que estaba muriéndose. Jesús le dijo: «Si no ven signos y prodigios, no
creen». El funcionario insiste: «Señor, baja antes de que se muera mi niño».
Jesús le contesta: «Anda, tu hijo vive». El hombre creyó en la palabra de
Jesús y se puso en camino. Iba ya bajando, cuando sus criados vinieron a su
encuentro diciéndole que su hijo vivía. Él les preguntó a qué hora había
empezado la mejoría. Y le contestaron: «Ayer a la hora séptima lo dejó la
fiebre». El padre cayó en la cuenta de que esa era la hora en que Jesús le
había dicho: «Tu hijo vive». Y creyó él con toda su familia”
¡Te ensalzaré, Señor,
porque me has librado!
P. Rodrigo Gallego Trujillo
Párroco de la Catedral san Pedro de Buga