Un texto de Guillermo Salazar Jiménez
Se levantó dispuesto a trabajar en su computador. No lo
encontró en el escritorio, donde lo había dejado la noche anterior, miró
alrededor y vio los dos computadores sobre el comedor. Imaginó que sus hijos
los utilizaron y su PC no lo devolvieron al cuarto.
Salió para el baño y encontró tres
pares de chanclas alineadas en la puerta. En la cocina encontró a su esposa que
preparaba café. ¿Qué es este desorden? le preguntó. Nada de desorden, tomó un
sorbo, con la cuarentena tenemos que aprender a vivir de otra manera.
Ambos eran maestros; sus dos hijos
estudiaban, ella en la universidad y él en bachillerato. Que la distancia
provocada por la cuarentena sirva para estar unidos, le dijo ella, al tiempo le
ofreció un café. Tu computador lo usaremos los 2 y el otro los hijos; los 4
trabajaremos juntos en el comedor. Quedó pensativo, atinó a preguntar, ¿y las
chanclas?
Entendió que faltaban sus chanclas en
la fila. Esta vez le tocaba tomar la ducha en cuarto lugar, se había levantado
de último. Sonrió y decidió madrugar al día siguiente para entrar a la ducha de
primero. Respetó el turno —como debía ser en la calle, supermercados, bancos y
transporte público—. Al tiempo que el agua bajaba por su cuerpo, recordó que
ahora debía preparar, con su esposa, las guías. No estaba convencido cómo
diseñar dichas guías, poco los habían preparado.
Con el coronavirus no había tiempo, se
convenció de que nuevamente tenían que improvisar. Creía que los alumnos serían
los más perjudicados, aunque quedaba la esperanza de diseñar las guías lo mejor
posible. Inmediatamente recordó a Nietzche: “La esperanza es el peor de los
males, pues prolonga el tormento del hombre” —en el libro Humano demasiado
humano, 1878, aforismo expuesto en su estadía en Sorrento, Italia—.
En el comedor compartió el desayuno con
esposa e hijos. Expuso: El trabajo en casa será diferente, no manejo
estrategias virtuales y no estoy seguro de enseñar mejor con guías; mis alumnos
solo usan teléfonos móviles baratos. Sentenció: ¡Estamos salvados!, ¿Por qué?,
preguntaron al tiempo. Bueno, somos privilegiados, disponemos de 2
computadores. Comentó que Colombia está atrasada en la tenencia y uso del
computador. Según mineducación.gov.co, el
número de estudiantes por computador, en promedio, era en 2010 de 20, pasó a 9
en 2014 y 8 en 2018. En nuestra región, Caldas está mejor, 5 estudiantes
comparten un computador; en Risaralda 6 y Quindío 9.
La familia atenta. Continúo: No dejo de
pensar en aquellos alumnos que, como la mayoría de los colombianos, no tienen
computador. Solo el 41.6 % de los hogares poseía PC de escritorio, portátil o
tableta. —DANE, informe del 12 de julio de 2019—. Nuestros alumnos son pobres,
con razón la consulta de este departamento gubernamental dice que, para el 52.8
% de los hogares, el elevado costo es la principal razón para no tener
computador.
El silencio ocupó el espacio donde
antes eran risas y anécdotas. Afuera, las calles vacías.