Un texto de Guillermo Salazar Jiménez.
Cuando terminé de leer la novela, dediqué un
tiempo a revisar los mensajes del correo electrónico. Encontré el enviado por
la ACAC –Asociación Colombiana para el
Avance de la Ciencia -, donde remitieron, a los asociados, un informe sobre
el resultado de la evaluación de varias iniciativas para enfrentar el
coronavirus en Latinoamérica -Portal Médico: finepanel.net -.
“El aspecto más triste de la vida actual es
que la ciencia gana en conocimiento más rápidamente que la sociedad en
sabiduría”.
Expuso Isaac Asimov, escritor y profesor
norteamericano de origen ruso (1920-1992). Pensé que, dadas las circunstancias,
este mensaje advierte a los gobernantes que las políticas y acciones en salud
tienen que ser ideadas y ejecutadas por el personal médico, quienes son los que
conocen y sienten la realidad de enfermos y hospitales.
Por fortuna algunas medidas ya responden a
sugerencias de científicos. Es el momento para ratificar que la ciencia de la
salud es la apropiada instancia para liderar las tareas actuales y futuras,
necesarias en el reto de cortar la expansión peligrosa del coronavirus; los
políticos a respaldarlas a nivel nacional, regional y local.
Leí la principal conclusión del estudio Fine
Panel y consideré que los gobernantes tienen que conocer el mensaje según el
cual la protección de las personas con patologías previas, tales como diabetes,
problemas respiratorios y/o son imunosuprimidos es paso primario, porque la
“focalización en su aislamiento tendría potencialmente un alto impacto en la
reducción de casos críticos (y eventualmente en la letalidad), mucho más
significativos que el logrado por el aislamiento focalizado únicamente de los
mayores de 65 años”.
Tomé nota. El estudio encuestó a 2.253 médicos
que atendieron pacientes con COVID-19 en trece países de América latina. Según
el estudio, en Colombia, los mayores de 65 años son un cuarto de los pacientes;
casi el 50% están entre los 40 y 65 años. Invita a pensar una política
inmediata relacionada con aislar a los pacientes con patologías previas, porque
no solo reduciría “significativamente la demanda de los recursos de
hospitalización, sino lo que es más importante, reducir potencialmente la
letalidad de la pandemia”.
Con la apertura de actividades económicas
resulta urgente ampliar la cultura de la prevención, porque, según el estudio,
la infección comunitaria resultó ser el principal origen del contagio, 46%,
seguido de viajeros del exterior con 25%. Con angustia leí la respuesta a la
pregunta: ¿cuán preparada esta la población sobre la toma de conciencia para
enfrentar el coronavirus? Poco preparada 59% y nada preparada 30%. Contundente
respuesta que alerta sobre la necesidad de enfatizar el autocontrol.
Nunca nos preparamos, pensé, aprendimos a
responder cuando los problemas atropellan la vida. Ni siquiera el sector salud,
confundido repasé que el 53% de los médicos no está preparado para la
evaluación clínica inicial de los pacientes.
La ciencia es la carta esencial para orientar
las decisiones futuras frente a la COVID-19. Como aliada de la ciencia, la
educación ayudaría mucho si los maestros y estudiantes diseñan guías para
prevenir el contagio más que las dadas para cumplir tareas académicas.