Un texto de Guillermo Salazar Jiménez.
Después que su amigo le dijo perdí mi libertad,
mi tiempo y mi espacio con la cuarentena, pensó si él también había perdido en
los 90 días de reclusión. Claro que perdí, dijo, pero prefiero contraponer a la
pérdida aquello que gané, como forma de sentirme con ánimo de seguir adelante
aislado y molesto. Antes había pensado sobre mi existencia, pero nunca abrí un
espacio para aprender de las pérdidas, según los amigos.
“Me
asombro tanto como es el ser humano, que aprendí a ser yo mismo. Tuve que
sentir la soledad para aprender a estar conmigo mismo y saber que soy buena
compañía. Intenté ayudar tantas veces a los demás, que aprendí a que me
pidieran ayuda”, dice Borges en Silencios azules. Perder como arte –algo
que debe estar bien hecho o algo que debe aprenderse o hacerse con atención y
cuidado –ayuda a tomar tales perdidas como senderos para aprender a caminar el
futuro.
Creyó que la naturaleza espera por hechos
relevantes para continuar la historia, por eso nuestras acciones, con la
cuarentena, construirán nuevos horizontes. Con la pandemia no sólo está en
manos de los gobernantes lo que acontece en el mundo, el ciudadano también
participa y, de esta manera, la historia se convierte en un lugar de encuentro,
en una forma de comunicación entre los hombres y la naturaleza.
Creemos perder el tiempo quedándonos en casa,
dijo, prefiero sentir que el ahora son pequeños instantes que actualizan el
pasado y alertan el futuro, un ahora de pensares continuamente interpretados.
Dice Freire: La visión de mundo que refuerza el valor del sueño y de la utopía
en una perspectiva de la historia como posibilidad es coherente con la forma de
pensar… Si bien varias medidas restrictivas se debaten entre la obligación de
protección y la coerción social, permiten que cada uno, desde su particular
posibilidad, valore la existencia real con la Covid-19 y la forma en que
vivimos.
Reflexionó sobre la esperanza que unida a la
alegría podrían hacer de la autonomía, individual y comunitaria, experiencia
decisoria para construir la historia particular con los otros y con el mundo.
Así, la decisión de leer por gastar minutos no pasa de valor consumista; como
manejo positivo de estos momentos es deber, trabajo y empleo útil del tiempo.
Sobre todo para dialogar con el autor y aprender a valorar las ideas que
posibiliten nuestro cambio. Lo afirma Kafka, citado por Estanislao Zuleta: “Los poetas ofrecen a los hombres nuevos ojos
para ver el mundo y cuando se ve el mundo con ojos nuevos, se puede entonces
cambiarlo”.
Con mirada distinta veremos desde la casa las
pérdidas como posibilidades, lo advierte Elizabeth Bishop en su poema El Arte
de perder: “Perdí el reloj de mi madre, y
el manto/con que cubría mis hombros, la loza/en que tomaba el té, pero igual
canto. /Perdí mi tierra, mi rumbo y aguanto/de lo más bien tanta pérdida. Es
cosa/ de acostumbrarse: no, no es para tanto”.