Un texto de Guillermo Salazar Jiménez
Por iniciativa particular ensayó diferentes
maneras de ofrecer las clases, desde diez años atrás se dedicó a diseñarlas con
ayuda del computador. Preparó guías y talleres; varios documentos los elaboró
en Word y Excel para que los estudiantes acompañaran su aprendizaje. Los
documentos básicos los copió en sendas memorias, para cada estudiante, quienes
los fotocopiaban según sus intereses y posibilidades económicas.
Aquel día, después de un mes de trabajo día y
noche, dejó en los correos electrónicos de los estudiantes esquemas y
documentos en formato PDF de las clases del mes siguiente. Al inicio de cada
página escribió para motivar la reflexión de los estudiantes: “El verdadero signo de la inteligencia no es
el conocimiento…es la imaginación”. Albert Einstein.
Pensó que, con las clases virtuales
obligatorias, era necesario imaginar otras maneras de diseñar las clases.
Carlos reconocía su esfuerzo, sin embargo era consciente que aún no lograba
desarrollar, en sus estudiantes, las habilidades para el autoaprendizaje, pocos
cumplían con la responsabilidad que demanda el éxito del proceso de aprender a
distancia.
Dudaba sobre el nivel de autocompromiso, la
dedicación y disciplina de la mayoría de aquellos estudiantes que exigían más
explicaciones en el aula. Algunos solicitaban acompañamiento y diálogos por
medio del correo electrónico, pero casi nunca alcanzaban niveles de discusión y
menos intercambio de conocimientos.
Con la cuarentena la situación se complicó,
pensó Carlos, las clases virtuales serán obligatorias, dejarán de ser
iniciativa personal. La mayoría de mis compañeros dictan teleclases, donde le
hablan a una cámara, en lugar de dialogar con los estudiantes.
Por ello, el problema radica en que las medidas
educativas se tomaron como solución transitoria a la crisis por el COVID-19 y
no se aprovechó el momento para instruirnos sobre los modelos pedagógicos con
uso de las Tics. Pocos profesores buscan información con sentido crítico para
aplicarla a la solución de problemas, innovar, y utilizar los medios
electrónicos como ayuda docente y no como madre del conocer.
Dedujo que el problema de enseñar por medios
virtuales requiere capacitación para plantear nuevas estrategias de aprender y
evaluar el conocimiento. Lo sentenció Paulo Freire: “Enseñar no es transferir conocimiento es crear la posibilidad de
producirlo”.
Bajo esta premisa resulta indispensable
trabajar en equipo, entendido como grupo que reflexiona e imagina el entorno
propio de cada estudiante para interactuar y autosolucionar dificultades y
dudas. Aquellos son el camino para integrar las disciplinas de tal manera que
los problemas se resuelvan con diversas miradas y por diferentes caminos.
Valorar el trabajo en equipo implica
colaboración y compromiso personal y profesional. Carlos concluyó que de esta
manera los compañeros universitarios tienen la obligación de compartir
capacidades y habilidades, integrar contenidos, y problemas de las diferentes disciplinas
en otros que despierten interés en los estudiantes, y motiven la capacidad
investigativa.
No es otra cosa que la interdisciplinariedad,
ahora también obligación para cambiar el rumbo educativo, porque “De lo que se trata no es de cambiar de pastor,
sino de dejar de ser ovejas”, Freire.