Texto de Guillermo Salazar Jiménez.
Dejó el azadón en el patio de la finca, lavó
los platos del desayuno, se quitó el delantal, y cargó sobre los hombros el
bulto de papas para bajar a venderlo en la carretera. Antes, su esposo e hijos
junto a los trabajadores habían empacado cincuenta bultos de papa para
venderlos a viajeros que estremecidos veían a hombres, mujeres y niños ofrecer
el producto a bajo precio pero no indignante.
Los paperos cansados de sufrir pérdidas por el
pago irrisorio definido por los acaparadores y las promesas incumplidas de los
subsidios gubernamentales decidieron vender ellos mismos su cultivo.
Pensó que si somos 100.000 los cultivadores de
papa y el ministro de Agricultura destinó $30.000 millones para ayudar en la
crisis, quiere decir que a nosotros nos toca $300.000, una burla para pagar las
deudas acumuladas. Más bien el gobierno debería regular la importación de papa
precocida que llegó a 50.000 toneladas traídas de Europa y que nos ahoga y
arruina.
Los campesinos producimos la comida de los
colombianos y nos están matando de hambre, por ello salir a la carretera es una
manera de insistirle protección al gobierno y luchar por un producto manjar de
la cocina en el mundo.
Seguramente mis hijos tendrán que dejar los
estudios para ayudar a vender la papa, reflexionó con desconsuelo, los bancos
no dan tregua para pagar los préstamos y ya no disponemos de otros bienes que
la casa y la tierra para cultivar. Consideró que el trato inhumano del gobierno
contra los cultivadores de papa es el mismo frente a los agricultores de
verduras, frutas y café.
Responder a los tratados de libre comercio
tiene mayor interés para el gobierno que el bienestar del campesino y el futuro
de nuestras familias paperas, representantes de los departamentos de Antioquia,
Boyacá, Cundinamarca y Nariño.
Con la papa sí se juega, dijo a los otros
campesinos, juegan con nuestras familias y con la tradición porque cultivamos
papa desde mucho antes, cuando los viejos abuelos lo hicieron y heredé la finca
con sus enseñanzas para mantener el cultivo. Recordó que junto al maíz la papa
se convirtió en clave alimenticia de varias civilizaciones precolombinas y
hasta hoy se sostiene, por algo se le denomina “Mamá Jatha”, es decir madre del
crecimiento.
Los historiadores afirman que en 1532 los
españoles invasores acabaron con la civilización Inca, pero no con la papa. La
llevaron a Europa y allí se convirtió en alimento único de los agricultores
pobres, e indispensable en la mesa de los demás a través de las 102 variedades
de papa reconocidas.
Por ello es el cultivo más importante del mundo
después del arroz, trigo y maíz, siendo las más sembradas aquellas provenientes
de Chiloé, un archipiélago del sur de Chile, a unos 1.220 kilómetros de
Santiago.
Como ahora, durante muchos años la papa fue considerada
el alimento de los pobres, así lo ilustró Van Gogh, en abril de 1885, con la
célebre y hermosa pintura Los comedores de papas.